La lógica de la productividad ha cegado nuestras visiones y causa tristeza ver el tipo de ser humano por el cual apuesta, pues, se concibe como una máquina para producir plata. Esto condiciona formas de pensamiento, metas de vida, comportamientos, relaciones afectivas. Personas cuya relación con el mundo y consigo mismas está mediada por el dinero, cuyas decisiones se toman de acuerdo con el flujo de caja que dicte la billetera. Comprar afecto, aparentar opulencia, perseguir riqueza, negarse a compartir por no gastar, es propio de una sociedad amarrada por lo monetario. Los jóvenes optan por profesiones que prometen mucho dinero aunque se sientan frustrados. Lo que necesitamos son sociedades talentosas, que crean en nuestra inspiración. Una comunidad que aborde sus problemáticas con imaginación siempre será inspirada. Creo que es tiempo de abrir una ventana hacia nuestro interior y no seguir pegando nuestros anhelos al afán productivista. Una educación que capta con promesas incumplidas ha fracasado. Hacer los mismo durante años tendrá los mismos resultados y el cambio necesario para evolucionar se estanca. Nuestro deber generacional es evolucionar.
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